Nos cayó, desde quién sabe dónde, un año muy extraño. Yo he tenido desde marzo pasado esa sensación de un niño revolcado por una ola, que apenas logra sacar la cabeza y se encuentra con otra ola más grande.
Observamos con toda nuestra atención un fenómeno que parecía cambiar de color justo cuando creíamos entender qué estaba pasando. Pensamos en cómo cuidar a nuestros compañeros de trabajo y a nuestras empresas. Parecían dos objetivos contrapuestos, pero fuimos encontrando un equilibrio con creatividad y mucho trabajo.
Nos dimos cuenta, de la manera más cruda, cómo el pánico saca lo mejor y lo peor de la gente, al mismo tiempo. Bajó el nivel del agua y nos dejó ver los cimientos de nuestras empresas y de nuestros valores personales. Ésta es, quizá, la imagen más difícil de ver, tanto porque en tiempos normales simplemente no es visible, pero también porque ver algo así a veces asusta.
Se nos alargó la pandemia, llegó el fin de año y se mezcló con la reflexión que hacemos siempre en estas fechas. Pero ahora nos obligó a ver mucho más allá de los tres kilitos que queremos bajar este año. Nos obligó a pensar profundamente por qué hacemos lo que hacemos y cómo es que conviene hacerlo.
Tuvimos suerte, si vemos lo que esta crisis le hizo a nuestra industria de TI en comparación con la mayoría de las industrias. Crecimos, encontramos clientes con urgencia de usar nuestros servicios, aprendimos mucho más rápido que la mayoría cómo ser eficientes trabajando remotamente. Nos volvimos mucho más visibles para el mundo. Contratamos al bicho para vender transformación digital, hizo un gran trabajo y no le tuvimos que pagar sueldo (aunque pagamos mucho de otra manera).
Yo creo que estas olas nos revolcaron con una fuerza enorme y pusieron las cosas a flotar para acomodarlas de una mejor manera. Debemos reconocer la importancia que tenemos en el concierto mundial: somos habilitadores de esta nueva forma de convivir, hacer negocios, comunicarnos y conectar con los demás.
Tenemos la responsabilidad de hacerlo de una manera mucho más justa, para que TODOS tengan lugar en este mundo tecnificado. Y creo también que tenemos que reconocer que esta revolcada deja a nuestro sector de TI mexicano en una posición de tomar la más grande oportunidad que hemos tenido.
El mundo necesita ingeniería de TI y México es uno de esos pocos países que tienen la generación suficiente de ingenieros y la ubicación geográfica y estratégica ideal. Pero tenemos que entrarle con una visión global y muy agresiva.
No podemos seguir pensando que la oportunidad depende de lo que haga el gobierno por nosotros. Tampoco podemos limitar lo que podemos hacer por el nivel de conocimiento con el que egresan nuestros ingenieros. Nos toca liderar el trabajo para aprovechar esta oportunidad, nos toca convencer a nuestros compañeros en el gobierno y la academia de que esta visión vale la pena.
2020 nos enseñó que somos bastante más resistentes y bastante más inteligentes de lo que creíamos ser. Nos dejó ver que, asociándonos con quienes sacan lo mejor en la crisis, podemos hacer cosas grandes. Y que estas cosas grandes no pueden ser detenidas por los que sacan lo peor ante el pánico.
Bajó el nivel del agua y nos dejó ver que tenemos una base sólida si trabajamos juntos. Hay mucho trabajo por hacer, hay mucha creatividad por explotar. ¿Por qué no aprovechar la revolcada para emerger delante de muchos y nadando de manera diferente? Llevemos al clúster de TI de Jalisco al mundo sin falsas modestias.
2021 es nuestra hoja en blanco… ¿qué historia queremos escribir?
Ing. Benjamín Huerta Estrada
Presidente IJALTI